viernes, 13 de septiembre de 2013

Pérez-Villamil y la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País




Pérez-Villamil y la Sociedad Económica
Mallorquina de Amigos del País *

Jesús Mella


Quiero comenzar expresando a la Asociación de Amigos de la Historia de Puerto de Vega y a su entusiasta presidente Servando Fernández mi agradecimiento por la deferencia que para conmigo ha tenido al invitarme a este acto  -de profundo significado para Puerto de Vega y esta comarca de Asturias-  y poder dirigirme a todos ustedes, algo que hacemos con sumo gusto.

No hace un año, en esta misma localidad de Veiga, una personalidad del occidente asturiano, bien conocido de todos, disertaba sobre la figura de Juan Pérez-Villamil y Paredes desde una triple perspectiva: como jurista, como político y como historiador.

En aquella conferencia de 10 de agosto pasado, organizada por la Universidad de Oviedo, el Ayuntamiento de Navia y la Asociación de Amigos de la Historia, con motivo de un curso de Extensión Universitaria sobre el tema “El Occidente y su Historia”, el Sr. Pérez de Castro  -repito- trazó una semblanza general de nuestro personaje (tan vinculado a Navia y Valdés, por ser sus padres oriundos de dichos concejos) sin perder de vista la triple vertiente de su propósito inicial, pero por exigencias de tiempo  -sin duda-  pasó fugazmente por el período en el que como magistrado ejerció de Fiscal en la Audiencia de Mallorca, a la par que desarrolló una intensa labor en la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País. Una década.

Tanto en una como en otra institución Villamil intentó plasmar sus ideas reformistas, y la diligencia con la que se manifestó en ambas muestra una coherencia entre sus planteamientos ideológicos o teóricos y la actuación pública, llegando a ser sus papeles  -en Audiencia y Sociedad Económica-   totalmente complementarios, tal como se les encomendaba a los magistrados desde el Consejo de Castilla y como demuestran los datos que hemos examinado en la documentación de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País (SEMAP) depositada en el Archivo del Reino de Mallorca.   

Pérez-Villamil es una de las figuras asturianas peor conocidas de una época en la que sobresalen a nivel nacional hombres ilustres de nuestra región y que la historiografía ha tratado más generosamente. Sin embargo, Pérez-Villamil es un personaje de gran influencia política en la crisis del antiguo régimen que no ha tenido la suerte histórica que por derecho le corresponde. Baste mencionar, para respaldar lo que afirmamos, una escueta relación de cargos y responsabilidades que desempeñó en su carrera pública: director de la Real Academia de la Historia (Madrid), secretario del Almirantazgo, consejero de Estado, regente en Cádiz, ministro de Hacienda, etc.

José Luis Pérez de Castro, buen conocedor de la vida y obra de Villamil nos señalaba en aquella ocasión como uno de sus biógrafos más minuciosos  -halago exagerado que no obstante agradecemos- y remitía a nuestros trabajos para el conocimiento de la labor del magistrado astur en Mallorca.
Pues bien, de la estancia en Palma y de su actividad en Mallorca  -ceñida a la tarea que realizó como miembro de la Sociedad Económica isleña-  es de lo que va a tratar nuestra charla. Breve exposición para no alargar el acto.

Designado Fiscal de la Audiencia mallorquina en 1787, en sustitución de su colega don Antonio Fernández de Córdoba –que pasaría a Navarra-, ejerció el cargo hasta el año de 1796.

Siguiendo el modelo de magistrado ilustrado, se convirtió en un dinámico animador de la Sociedad Económica y en un contumaz estudioso de las cosas de la isla, anticipo de lo efectuado luego por Jovellanos, aunque en circunstancias bien diferentes. Allí, entre otros muchos proyectos, concibe una Historia civil de la isla de Mallorca, manuscrito hasta ahora inédito del que se tenían confusas noticias y que recientemente hemos editado bajo el patrocinio del Ayuntamiento palmesano, por considerarlo un texto notable  -aunque lamentablemente inacabado-  por su orientación historiográfica de corte ilustrado, de clara finalidad instrumental.  

Ya hemos señalado que a pesar de su densa biografía, la figura y obra de Pérez-Villamil es poco conocida. La razón de ello es doble. Su etapa ilustrada o reformista ha permanecido eclipsada  -tanto para la historiografía asturiana como española en general-  por la importancia de la obra y la talla de un Campomanes o un Jovellanos. Además, como consecuencia de su transformación ideológica y controvertida actuación política en el período de las Cortes de Cádiz y en la primera restauración fernandina, no mereció luego una atención ecuánime  por parte de la historiografía liberal decimonónica, que de manera predominante trató dicho periodo.

Reconstruir la biografía y la actividad pública de Juan Pérez-Villamil nos parece  -y en esa tarea seguimos empeñados-  una labor de investigación pertinente para ampliar el conocimiento de su entorno y por ende de la etapa histórica que le tocó vivir. Y de ahí nuestro interés por la estancia en Mallorca, porque no sólo compendia su participación en el proyecto reformista, sino porque fue también determinante para entender su inmediata trayectoria en la administración borbónica. Dentro de esa actividad ilustrada de la que hablamos, vamos a centrarnos  -en esta ocasión, tal como hemos dicho- en aquello que le vinculó a la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País.

Fue el propio Pedro Rodríguez Campomanes, sin duda, quien influyó en Pérez-Villamil para que en 1787 cambiase el foro  -ejercía la abogacía en Madrid con notable éxito-  por la magistratura. La elevada posición que Campomanes ocupaba  -era gobernador del Consejo de Castilla-  y los indudables méritos que acreditaba Villamil, fueron factores favorables para que acabase siendo nombrado Fiscal de la Audiencia mallorquina a la edad de treinta y tres años (había nacido tal día como hoy de 1754). Además, su conocimiento del problema chueta (descendientes de los judíos conversos) por haber intervenido en el importante pleito que suscitó aquella minoría marginada que pretendía conseguir su equiparación legal con el resto de la población isleña, hacía de él un candidato idóneo para la Fiscalía de la Audiencia de Mallorca, donde persistía una delicada situación como consecuencia de las tensiones derivadas de las pretensiones chuetas de igualdad legal –que eran respondidas desde el odio racial- y, así mismo, por el ambiente belicoso que padecían las islas tras los sucesos de la guerra contra los ingleses.
Como miembro de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País  -heredera en cierto modo de la antigua Cofradía de Sant Jordi-  colaboró con entusiasmo en la obra reformadora que los ilustrados mallorquines trataron de llevar a cabo, participando en la tareas de la Sociedad y orientando toda su labor como Fiscal en la dirección que señalaban las directrices reformistas que se planteaban en el citado establecimiento. No podía ser de otra manera, teniendo en cuenta su trayectoria anterior, tan estrechamente vinculada a Campomanes, su mentor, para quien las Sociedades Económicas eran uno de los principales instrumentos del reformismo borbónico. 


No era un ámbito de actuación desconocido para Villamil, ni mucho menos. En su día, como miembro de la Sociedad Económica Matritense había realizado una labor significativa, entre cuyas actividades destacaba su participación en la Junta particular que debía entender en el Informe en el Expediente de Ley Agraria, en los aspectos relativos a la “cría de ganados como unida a la agricultura” y las dehesas, ejidos y pastos comunes, según ha estudiado y nos ha dejado escrito el ilustre historiador Gonzalo Anes.

Llegado a Palma en octubre de aquel año de 1787, Villamil fue propuesto para socio de la Sociedad Económica en junta celebrada en noviembre. Una Sociedad  -y hacemos un oportuno inciso-  nacida en 1778 y de la que había sido fundador el también asturiano  -originario de los Oscos-  Josef Antonio Mon y Velarde (luego Conde del Pinar), quien desempeñó el cargo de oidor de la Audiencia mallorquina y que por poco tiempo no llegó a coincidir con Pérez-Villamil en la isla.

Éste fue presentado por el destacado socio Josef Desbrull y Boil de Arenós, caballero de la Orden de San Juan y secretario de actas. Y “enterada la Sociedad de las circunstancias, mérito y literatura que concurren”, el magistrado Villamil fue nombrado socio de número, asistiendo poco después y de forma regular a las juntas, que presidía el inamovible director Antonio Dameto Dameto (marqués de Bellpuig), coronel de los reales ejércitos y teniente coronel del Regimiento Provincial de milicias.

Durante la década que Villamil ejerció el cargo en la isla, los “amigos del país” mallorquines continuaron con su afán de plasmar en realidades los proyectos en curso y relanzar otros que se habían estancado. El magistrado asturiano, que participaba totalmente del ideario de Campomanes, favoreció las tareas de la Sociedad Económica de Palma formando parte de las comisiones de educación, agricultura e industria.

De las ciento dieciocho juntas que se convocaron en el período en el que Pérez-Villamil fue Fiscal de la Audiencia, asistió a cincuenta y ocho de ellas, presidiendo siete sesiones extraordinarias, por razón de su puesto de segundo director de la Sociedad Económica, cargo electo al que accedió en 1790.

En el campo educativo una de sus actuaciones más notables fue la de propiciar la reapertura de la Escuela de Dibujo  -creada en 1778 al mismo tiempo que la propia Sociedad-  que por falta de medios había dejado de funcionar.

Aprovechando el ofrecimiento de ayuda de uno de los miembros de la sociedad, Pérez-Villamil realizó las gestiones oportunas hasta conseguir la colaboración del obispo de la diócesis, el manchego Pedro Rubio-Benedicto y Herrero (1727-1795). De ese modo, la Escuela de Dibujo pudo abrirse nuevamente el día 20 de enero de 1788 con motivo del aniversario del nacimiento del rey Carlos III, aunque su apertura efectiva se retrasó algún tiempo.

Con ocasión de tal inauguración Pérez-Villamil pronunció una Oración gratulatoria. El texto de esta disertación es significativo de su compromiso y comunión con los planteamientos reformistas diseñados por Campomanes respecto a la importancia del desarrollo artesanal y a la función utilitaria y social de la educación.

Villamil ve en Mallorca, por sus condiciones de insularidad y su estratégica situación "entre dos mares", factores favorables para el desarrollo artesano, que debe producir para vender en la Península y América, y abastecerse de las materias primas de dichos mercados. Al mismo tiempo que ello contribuiría a compensar la balanza comercial isleña, se debería promocionar  -según su razonamiento-  la extracción de las materias primas que sobrasen en Mallorca.

De esta manera, el fomento del desarrollo artesanal en la isla explicaría la necesidad de la reapertura de la Escuela Patriótica de Dibujo, dada la importancia que se concedía al aprendizaje de tal disciplina por parte de los artesanos. Se trataba de que éstos se aplicasen teóricamente en tal materia superando la tradicional formación empírica que se impartía en los gremios.

Como fácilmente se desprende, la puesta en marcha de la Escuela de Dibujo  -que pocos años más tarde recibiría el pretencioso nombre de Academia de Nobles Artes-  respondía al principio básico del ideario educativo ilustrado: el que enfatiza en la dimensión social de la educación.

Pero también se colige, de la lectura de la Oración gratulatoria, que Villamil comparte otro de los postulados de tal ideario: la educación debe ser diferente según sea el grupo estamental al que pertenezcan los individuos, puesto que sus roles sociales deben ser también distintos. Así, los hijos de los nobles asistirán a la Escuela pero, en este caso, la enseñanza del dibujo tendrá otra finalidad que la pretendida con su impartición a los artesanos.

Otro proyecto en el que intervino Juan Pérez-Villamil fue la creación de la Academia Médico-Práctica de Mallorca. Los ilustrados y enciclopedistas  de la isla se habían interesado desde hacía años por el funcionamiento de la Academia Médico-Práctica de Barcelona, pues, frente a los estudios especulativos de la universidad tradicional, los reformistas mallorquines estaban interesados en la creación de un establecimiento donde se fomentara el conocimiento experimental y, de este modo, se propiciasen las reformas sociales que pretendían llevar a cabo.  

Por razón de la alta ocupación que ostentaba en la administración borbónica en Mallorca y por su experiencia  -Villamil había fundado en la Corte la Real Academia de Nuestra Señora del Carmen de Derecho Patrio y Público, junto con el abogado Miguel Gabaldón-  nuestro magistrado fue comisionado con otro socio  -el impresor real Ignacio María Sarrá y Frau-  para hacer realidad la mencionada Academia médica. El acto de constitución tuvo lugar en las Casas Consistoriales de Palma en mayo de 1789, inscribiéndose como socios fundadores veintisiete médicos. Villamil fue nombrado poco después “socio particular protector de ella”.

La Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País pasó por momentos críticos durante los años de guerra contra Francia (1792-1795) y, aun así, las actas nos permiten constatar los esfuerzos de Pérez-Villamil por mantener las “escuelas de primeras letras” que patrocinaba la Sociedad Económica, logrando el auxilio económico del nuevo obispo de Mallorca Bernardo Nadal y Crespí (1746-1818), eclesiástico de talante liberal y reformista, de amplia cultura, que  -como diputado-  jugaría un papel relevante en las Cortes de Cádiz.

Por lo que hace a su participación en las actividades de la comisión de agricultura, el asunto en el que Villamil tuvo una intervención más directa fue el relativo a la redacción de unas Ordenanzas para la explotación de montes y arbolado de la isla. El tema era de la mayor importancia para los intereses de los propietarios nobles de los predios montuosos, pero igualmente para el desarrollo forestal de Mallorca, pues las talas y el desinterés por la repoblación entorpecían el fomento de una fuente de riqueza de la isla, que en último extremo proporcionaba la materia prima para los artesanos carpinteros mallorquines. 

Las medidas que para la aplicación de las disposiciones legales superiores habían sido dadas para el fomento, cultivo y conservación de montes no habían sido aceptadas por la Sociedad Económica Mallorquina, cuyos miembros eran nobles propietarios. Mayor rechazo tuvo la puesta en práctica de tales medidas por parte del ministro de Marina. Fue entonces cuando la Económica mallorquina nombró una comisión  -presidida por Villamil-  al objeto de establecer unas ordenanzas locales de montes que estuvieran de acuerdo con las generales en vigor.

Mientras Pérez-Villamil redactaba los capítulos de las Ordenanzas, los enfrentamientos entre el “Ministro visitador de Montes de Mallorca e Ibiza” y la Sociedad Económica continuaron. En julio de 1790 el Fiscal asturiano leyó en junta los capítulos de las Ordenanzas “como únicas reglas adaptables en el país para establecer la ordenación de los mismos montes”, pero parece que tales Ordenanzas no llegaron a aprobarse o, al menos, no sirvieron para poner fin al conflicto, según la documentación que se conserva y hemos podido consultar.

En la comisión de industria, Pérez-Villamil junto con Antonio Montis Álvarez  -regidor perpetuo de Palma y desde 1791 primer marqués de la Bastida-  fue el encargado de afrontar la reforma de las Ordenanzas gremiales, tarea en la que desde hacía tiempo ya se venía ocupando la Sociedad Económica por encargo del Consejo de Castilla, en la línea de los planes trazados por Rodríguez Campomanes y los gobernantes ilustrados. No se trataba de suprimir los gremios, sino de reformar en profundidad sus funciones para que los efectos nocivos derivados de su corporativismo no impidiesen el auge artesanal y, en consecuencia, el desarrollo del comercio.

En noviembre de 1788 la Sociedad Económica Mallorquina determinó, como paso previo para acometer la reforma de las Ordenanzas gremiales, establecer “un plan de principios generales adaptables a toda legislación gremial para después el breve despacho de las Ordenanzas que exija cada Arte y Oficio en particular”. Tal encargo se le encomendó a Juan Pérez-Villamil.

Sin embargo, las dilaciones en la tarea de recopilación de las Ordenanzas de cada gremio para proceder a su examen y, probablemente, la oposición de los gremios a las reformas, hicieron infructuosa su labor, como lo revela el hecho de que en el año de 1799  -cuando Villamil ya había abandonado la isla-  la reforma gremial era todavía un asunto pendiente, que fue relanzado más adelante en la propia Sociedad Económica por el abogado de la Real Audiencia Bernardo Contestí Bennassar, aunque con otra orientación: la supresión de los gremios.  

No obstante, fruto de tal encargo nos ha quedado un pequeño trabajo sin firma titulado Discurso sobre la jurisprudencia gremial (1791) que, por entregas, se había ido publicando en el Semanario Económico de Mallorca durante los años 1789 y 1790.     
Como hemos demostrado en nuestras investigaciones, es más que probable  -casi diríamos que con toda seguridad-  que el autor del mencionado trabajo fue Juan Pérez-Villamil, experto conocedor de la historia de la jurisprudencia española, como se sabe. Todos los detalles parecen confirmar su autoría.

El objetivo del citado Discurso es la legitimación del arreglo de las Ordenanzas gremiales que la Sociedad Económica Mallorquina pretendía establecer. La historia se convierte así en una herramienta reformista, que permite entender el estado de la legislación gremial   -que no respondía a la realidad existente- y la apremiante necesidad de su reforma. 

Lo que sí sabemos con total certeza es que la Sociedad Económica Mallorquina dio a la imprenta el Elogio del Rey Carlos III que esté en gloria (1789), escrito por Villamil, y cuyo manuscrito original se conserva en la Real Academia de la Historia de Madrid.

Tras el fallecimiento del rey Carlos III el 14 de diciembre de 1788, las Sociedades Económicas de toda España acordaron que uno de los socios más notables pronunciase su elogio fúnebre. La Matritense, por ejemplo, encomendó la tarea a Francisco Cabarrús, y Villamil fue el encargado de su redacción a petición de la Económica mallorquina.

En la junta de 10 de enero de 1789 se aprobó que el citado Elogio se leyese en la sesión que debía celebrase el día 19 de marzo, fecha en la que también se debían entregar los premios a los alumnos más aventajados de la Escuela de Dibujo. Así se hizo, y en reunión posterior se convino la impresión a expensas de la propia Sociedad Económica.
El Elogio es un repaso encomiástico de la obra realizada por el monarca borbón tanto en la etapa napolitana como en su posterior reinado en España. Por lo que hace a Nápoles, Villamil narra las gestas bélicas y destaca la labor política y cultural, especialmente su intento  -fallido en parte-  de implantar una nueva constitución política, desarticulando para ello los poderes feudales.

Por lo que se refiere a España, Carlos III habría dado a nuestro país  -según Villamil-  una época de esplendor similar a la de los Reyes Católicos y primeros Austrias; y para sobrevalorar la obra reformadora carolina  -de la que sutilmente silencia la política regalista y secularizadora-  efectúa, en contraposición, un balance historiográfico totalmente negativo de los últimos Austrias. 
Además, y en otro orden de cosas, del examen del Elogio se puede entrever el pensamiento y posicionamiento político del magistrado astur. Éste se manifiesta como partidario de ese reformismo moderado que propugnaba la clase rectora que tenía como faro el despotismo ilustrado, cuya finalidad era el cambio pero sin socavar los poderes tradicionales. Esa actitud es la que explicaría su posterior giro  -que también ocurrió con otros reformistas españoles-  hacia posturas reaccionarias, cuando las nuevas circunstancias históricas pusieron en peligro las bases de poder del antiguo régimen.

De contenido del Elogio se desprende igualmente una actitud religiosa de tono tradicional, plenamente coherente  -por otra parte-  con ese reformismo moderado o templado  -de indudables raíces conservadoras-  al que hemos hecho referencia. En ese sentido, Pérez-Villamil cita como demostraciones de auténtica religiosidad algunos actos de culto de patrocinio regio, actos que difícilmente podían ser asumibles por los genuinos ilustrados españoles, partidarios  -por contra-  de una religiosidad interiorizada y críticos con la importancia que las autoridades eclesiásticas concedían a las manifestaciones externas de ritos y ceremonias.      

En fin, como vemos, la labor que el Fiscal Pérez-Villamil realizó en Mallorca fue, en líneas generales, concordante con los postulados del reformismo ilustrado borbónico y, en consecuencia, actuó en estrecha colaboración con la Sociedad Económica: acopiando información y asesorándose a través de los “amigos del país” mallorquines, al mismo tiempo que apoyando los proyectos que le presentaron.
Juan Pérez-Villamil cesó oficialmente en el cargo de Fiscal de lo civil y criminal en 1797, aunque en realidad ya estaba ausente de Mallorca desde la primavera del año anterior. No obstante, siguió representando los intereses de los mallorquines en la Corte madrileña por algún  tiempo más.

Como resumen se puede afirmar que Villamil, bien por cálculo político o por talente personal, adoptó en la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País una postura flexible, dentro de los márgenes que permitía la aplicación del reformismo centralista y castellanizador. Mantuvo una actitud respetuosa  -dentro de las leyes- hacia el hecho diferencial mallorquín. 

No es extraño, pues, que fuese cierto el dato que apunta Jovellanos en su Diario el día 1º de octubre de 1796, cuando escribe que “los mallorquines quieren hacerle Regente”.

Gracias por su atención.
     
*  Intervención en el Casino de Puerto de Vega (Navia) el 1º de mayo de 1994.
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Acto institucional anual de la Asociación de Amigos de la Historia (Puerto de Vega)
Día 1 de mayo de 1994, a las 5 de la tarde
Programa de actos:
= Presentación de la Cátedra de Extensión universitaria “Severo Ochoa”
= Entrega de diplomas a los socios de honor
= Entrega de premios del Primer Concurso de Redacción Histórica
= Conferencia de D. Jesús Mella sobre D. Juan Pérez Villamil
Noticia de ello en El Comercio (Gijón), martes 3 de mayo de 1994, p. 39



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